jueves, 29 de noviembre de 2007

El cuento del gabardinoso, entrega 6

A Juan el gomoso, atendiendo a dos conversaciones a la vez, se le ocurrió de pronto una idea.
–Oye, ¿sabéis lo que habría que hacer?
–No. A ver, dínoslo tú, que eres de la Junta Directiva.
Juan el gomoso hizo una pausa.
–Habría que organizar un comando..., a ver si acabamos de una vez con estas cosas...
Semejante idea fue muy bien acogida...
–¡Otro whisky!
–A mí también.
... y al final agarraron un pedo de campeonato –como solía suceder todas las tardes en que había entrenamiento– en la barra del bar de la Real Sociedad de Tenis...
–Oiga, y aquel colegio, el colegio antedicho, ¿también era un colegio privado?
–También, por supuesto. Era un colegio de lo más privado, aunque mixto.
–Bueno, hoy en día casi todos los colegios son mixtos.
–¡Sí, es que los tiempos adelantan que es una barbaridad!
Juan el gomoso, como decíamos, por motivos en los que mucho tenía que ver el ahorro, se iba a duchar a las duchas de la Real Sociedad de Tenis, club privado, en lugar de hacerlo en su casa, pero el ahorro, contra lo que pudiera suponerse –y si vamos a juzgar por lo que va a seguir–, no era el más importante porqué.
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(continuará)

domingo, 25 de noviembre de 2007

El cuento del gabardinoso, entrega 5

Juan el gomoso y su interlocutor chocaron los vasos desganadamente.
–¿Cuál es tu hándicap?
Juan el gomoso, que no estaba seguro del significado de semejante término, con la copa en la mano intentó cambiar el tercio y miró a su derecha. Pepelú vino en su auxilio, pues algo que acababa de decir captó su atención.
–¿Qué es eso del gabardino?
–¿No lo has oído...? En el colegio de los niños no hablan de otra cosa. Mi hijo y sus amigos estuvieron la otra tarde persiguiéndole.
–¿Lo dices de verdad?
–¡Toma!, pues claro. ¿No te lo ha dicho tu hija?
–¿Irene...? Hace una semana que no la veo.
... y luego la conversación, al hilo de la bebida, derivó por otros derroteros, derroteros muy manidos, es cierto, pero es que ya se sabe que en las tertulias siempre se habla de lo mismo: de política, de economía, de mujeres y de elementales aventuras más o menos hogareñas... El amigo Pascual, por ejemplo, le cargaba un poco, sobre todo cuando se entusiasmaba haciendo continuas, explícitas y extravagantes observaciones cuantitativas sobre su sueldo de prejubilado...
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(continuará)

miércoles, 21 de noviembre de 2007

El cuento del gabardinoso, entrega 4


Juan el gomoso, por decir algo, argumentó –con el vaso en la mano– que sufría un esguince, sí, un principio de esguince, eso me ha dicho el médico y no te puedes hacer idea de lo molesto que es...
–En la vida hay cosas importantes y otras menos. ¿De acuerdo?
–Sí, de acuerdo.
–Pues bien, una de las más importantes es no entrar nunca en las grandes superficies.
–¿Eso lo dices tú, con lo que las conoces?
–¿Por qué crees que lo digo?
El coloquio continuó durante un buen rato de aquel tenor, sobre poco más o menos.
–¡Esto del esguince...! Me parece que voy a empezar a pensar en el golf.
–¿Tan viejo te sientes?
–Sí, empiezo a estar acabado.

–¡Alegría, Juan Manuel, que esto no termina aquí!

(continuará)

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sábado, 17 de noviembre de 2007

El cuento del gabardinoso, entrega 3

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Los del equipo de hockey, los mayores, los veteranos, llegaron tras la instrucción y la posterior e inevitable ducha. Eran altos, erguidos, repeinados y de andares lentos y casi chulescos; sus miradas, de experiencia; las toses, de fumadores, y las calvas, tirando a alopécicas y del género frente despejada; alguno, un poco más viejo que los demás. Todos iban con bolsas de deporte y palos de hockey antiguos y remendados –que son los mejores, como se sabe–, e hicieron su entrada en el bar del mejor humor.
–¡Querido capitán...!
–¡Sí, querido capitán...! ¿Cómo es que no has venido al entrenamiento? Sin ti nos encontramos desasistidos...

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(continuará)

martes, 13 de noviembre de 2007

El cuento del gabardinoso, entrega 2

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Juan el gomoso, que era muy ahorrativo, iba a ducharse a las duchas de la Real Sociedad de Tenis, y luego, obedeciendo a un doble impulso, se instalaba en la barra del bar. Siempre cabía la posibilidad de encontrar a algún conocido con el que pegar la hebra, pero es que, además, resultaba que aquel era uno de los establecimientos hosteleros de la zona con precios más ajustados y convenientes. ¡Claro, como que era un club privado! No es que Juan, alias el gomoso, apodo que su aspecto justificaba de sobra, fuera pobre, pero el ahorro es el ahorro, que se suele decir. El ahorro y la frugalidad son algunas de las virtudes capitales, y quien quiera entender, que entienda.
–¡Un whisky!
–Sí, señor.

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(continuará)

viernes, 9 de noviembre de 2007

El cuento del gabardinoso, entrega 1

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Iniciamos aquí el cuento del gabardinoso y su perseguidor, Juan el gomoso, que irá apareciendo periódicamente en esta página hasta su conclusión. (Por si alguien no se ha dado cuenta, es de risa).


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Juan el gomoso estaba aquella tarde en las duchas de caballeros de la Real Sociedad de Tenis, duchándose, cuando una caterva de chiquillos, y no tan chiquillos, pasó corriendo y gritando por el pasillo en dirección al gimnasio y las taquillas; naturalmente, iban todos desnudos. Juan el gomoso, que no era partidario de los ruidos, ni de las multitudes, los contempló con cierto desasosiego.
–¡Hay que ver, qué promiscuidad...! ¡Parece mentira! –y los siguió atenta y severamente con la mirada hasta que se perdieron en el próximo recodo.
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