miércoles, 1 de abril de 2009

La moderna picaresca

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Algunos ejemplos de la moderna picaresca que acompaña a los concursos convocados por organismos públicos y no tan públicos.

Ejemplo 1- el de una conocida editorial.
Cuando yo comenzaba a escribir tuve noticias de uno de esos concursos que hay en el mundo editorial, y como entonces era totalmente novato y había escrito una novela de la que pensaba que era el no va más, me apresuré a hacer cuatro copias (cuatro pedían, nada menos) y enviarlas a la dirección que allí se decía. Sin embargo, al empaquetarlas, me llegó un soplo venido de lo alto que me dijo: intercala un pelo entre las páginas y observemos qué sucede.
No sé cómo se me ocurrió aquello, puesto que entonces era por completo ignorante de los turbios manejos de determinadas instituciones (quizá había oído campanas...), pero el caso fue que así lo hice. Me arranqué unos cuantos cabellos de mi enmarañada cabellera y los coloqué cuidadosamente cogiendo bastantes páginas por la parte de abajo y bien pegados con Pritt, pegamento, como se sabe, muy endeble y sólo a propósito para papel.
Pues bien, cuando al cabo de varios meses reclamé mis libros, y bien que me costó que me los devolvieran, observé que los pelos seguían religiosamente en su sitio; es decir, que nadie los había abierto, ni siquiera hojeado, pues los citados apéndices capilares hubieran volado.

Ejemplo 2- Concurso de fotos convocado por la consejería de Cultura de cierta comunidad autónoma.
Ídem del lienzo me sucedió en un concurso de fotos. Las envié dentro de un gran sobre de Ilford, y bien pegado (el sobre) con cinta de embalar, y para que no hubiera duda, en ella escribí con un grueso rotulador mi nombre. Cuando me las devolvieron comprobé que la cinta de embalar seguía intacta y en su sitio, y nadie había abierto el sobre.

Ejemplo 3- Concurso de fotos en un ayuntamiento.
Dado lo antedicho, habrá quien piense que nadie me ha dado nunca un premio... Pues nada más lejos de la realidad, puesto que he ganado alguno de estos concursos, todos de la misma manera, y como para muestra basta un botón contaré lo que me sucedió en cierto ayuntamiento que había convocado un premio menor dentro del ramo de la fotografía.
Cierto día me telefoneó un conocido, concejal del antedicho organismo, y me dijo, oye, no tendrás por ahí alguna foto..., porque vamos a dar un premio y había pensado que... Tú pon tu nombre por ahí que ya me ocuparé yo de todo, y del premio no te preocupes; no es mucho, pero para una buena cena ya nos dará.
Y, en efecto, sucedió como el edil me había dicho. Al poco tiempo me enviaron una historiada carta con muchos membretes y matasellos, en la que se me anunciaba que yo había sido el afortunado ganador de tal y cual (y esto y lo otro), y que podía pasar a recoger el premio etc., etc., etc.
La cena tuvo lugar al poco tiempo, y el concejal, por decirlo ya todo, no se cortó ni un pelo: pidió angulas, aunque se las darían congeladas, puesto que era en junio.

MORALEJA: en este mundo del que hablamos, el que no tiene padrinos, no se bautiza.

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