jueves, 26 de noviembre de 2009

Actrices guapísimas

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En este blog, como sabrá todo el mundo que haya leído algo, hay un montón de trozos de mis novelas, pero eso no parece que atraiga mucho personal (¡esto de las lecturas...!, hoy tan desprestigiado), de forma que voy a poner una cosa de lo más tonta pero que, por lo visto, le gusta mucho más a quienes se dedican a mirar lo que algunos escribimos. Se trata de un montón de chavalas; chavalas antiguas, bien es cierto, pero chavalas, y de lo más vistosas. La cosa es bien sencilla: os vais a este enlace...


ACTRICES GUAPÍSIMAS


... y miráis todo lo que os parezca. Que os guste, y de paso podéis ver la página completa, que siempre se aprende algo.
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viernes, 6 de noviembre de 2009

Cuando le cortaba las uñas de los pies...

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Este es un trozo de una de mis novelas, "Las estaciones", que está contada por un chaval de trece años. Él tiene una hermana de su edad, y ella una amiga que se llama Rosana. Están de veraneo en un sitio con lago y bosque y todo eso que tanto le gusta a los críos, y un día, jugando, a él se le ocurre una cosa...

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... y los dejé allí e hice como que me iba a la casa, hasta luego, hasta luego, pero cuando ya no me veían torcí y, entre los árboles, escondiéndome, bajé hacia el embarcadero del lago, y cuando pude verlo resultó que Rosana no estaba allí como yo creía y me dije, ¿dónde estará?, y entonces la vi entre los árboles, lejos, que andaba muy despacio y mirando al suelo, como si fuera pensando, y sin que me viera la estuve siguiendo muchísimo rato, de árbol en árbol y procurando no hacer ruido. Rosana llegó hasta la cabaña que había al lado de la tapia y se sentó en el suelo, se abrazó las rodillas con las manos y estuvo cantando bajo y mirando el lago, aunque desde donde estaba escondido se la oía un poco, y yo estuve sin poder dejar de mirarla hasta que las voces de los gemelos se perdieron a lo lejos, que seguramente se habrían ido a perseguirse al pinar, y tras pensarlo salí de detrás del árbol y, como hacía ella, o sea, muy despacio, fui andando hasta la cabaña, y ella no se movió sino que me miró llegar.
–Hola.
–Hola. ¿Qué haces?
–Nada.
Yo me senté a su lado.
–Hoy hace poco calor, ¿verdad?
–Sí, ¡se está más bien aquí...!
Entonces estuvimos un rato callados, yo mirándola de reojo, y Rosana, como sabía que la estaba mirando, arrancó una hierba del suelo y se la metió en la boca y empezó a chuparla.
–¡Jo, qué bueno hace...!
–Sí... –y como no dejaba de mirarla llegué hasta los pies y vi que llevaba sandalias, que las llevaba siempre.
–¿Nos bañamos en el lago?
–¿Ahora?
–Bueno, pues vamos al pueblo.
–No, que Patricia dice que no vayamos ahora, que hace mucho calor. Mejor luego.
–Ya, pero de todas formas podíamos hacer algo... –y de repente me vino una idea–. ¡Ya sé...! Oye, ¿quieres que te corte las uñas de los pies, como aquella vez?
–¡Ah!, ¿como aquella vez...?
–Sí.
Rosana lo pensó.
–Pero es que aquí no tenemos tijeras –y a mí se me ocurrió otra idea.
–Bueno, pues con los dientes... –y Rosana se asustó un poco, aunque luego dijo,
–¿Con los dientes...? ¿Tú crees que se podrá?
–No sé, podemos probar. ¿Probamos?
–Bueno, a ver –y se echó en la hierba mirándome.
–¿Así?
–No. Yo creo que mejor boca abajo –y Rosana, que llevaba unos pantalones cortos y una camiseta, se dio la vuelta.
–¿Así?
–Sí, así. Ya verás, levanta el pie –y dobló la rodilla y yo le cogí el pie con la mano, le quité la sandalia y ella dio un respingo.
–¡Huy...!
–¿Qué pasa?
–No sé... Que me ha dado como una cosa..., así...
–Bueno, espera, que no pasa nada, a ver si puedo –y me llevé el pie a la boca y sin poderlo evitar me metí un dedo dentro, y Rosana respingó de nuevo como nunca le había visto hacerlo.
–¡Ayyy...!
... y la cabeza se le cayó sobre la hierba, pero como no decía nada ni quitaba el pie yo seguí, se lo miré y seguí, mordí un poco la uña, por el extremo, y no era demasiado dura y parecía que se podía cortar bien, pero claro, al hacerlo le chupaba el dedo, o sea, tenía que chupárselo obligadamente, aunque fuera poco, porque si no, a ver cómo iba a hacer aquello, pero no me importaba porque estaba buenísimo, y seguí royendo hacia adentro y observé que a Rosana le daban como calambres y clavaba las manos en la hierba mientras hacía, ¡mmmhhh...!, y se movía un poco, y entonces le dije, oye, ¿te hago daño?, y ella no se dio ni la vuelta, sólo dijo otra vez, ¡mmmhhh...!, pero más fuerte, y con la cabeza parecía que decía que no, y yo entonces apreté los dientes más y le corté un trozo y ella dijo, ¡huy...!, y pegó otro respingo porque a lo mejor notó cómo se desprendía, y luego, después de observar mi obra, que sólo quedaba media, me volví a llevar el pie a la boca y seguí apretando con cuidado y pensé, es que lo tengo que hacer más despacio, y así estuve un rato, mordisqueando con mucho cuidado lo que quedaba, y ya parecía que lo había logrado cuando resultó que Rosana se había puesto muy nerviosa y se le movía el culo, no mucho, sólo un poco arriba y abajo, y como yo creía que se iba a soltar y ya no me quedaba nada, sólo una esquina, y ella seguía con las uñas clavadas en la hierba y se movía tanto, al final casi grité.
–¡No, espera, espera, que ya está! –y tras tantas contorsiones y no menos visajes, que ella se retorcía como si le estuviera dando algo, aunque se aguantó y pude cortársela del todo, fui y le solté el pie.
–Mira, ya está. ¿Está bien?
... y Rosana se dio media vuelta y no se miró la uña sino que me miró a mí despavorida, y luego se levantó a toda prisa y salió corriendo. Hizo, ¡huy..., huy...!, y se levantó muy apresurada y se fue sin despedirse ni coger su sandalia ni nada, salió corriendo y se fue hacia la casa, en donde desapareció.
Yo no entendí lo que había sucedido, claro, aunque por la noche, cuando estábamos cenando, ella no me miraba, y cuando durante un segundo lo hizo, o sea, que nos miramos, bajó la mirada a toda velocidad y se puso a mirar el plato como si le interesara mucho lo que había allí, que era gazpacho. Yo, sin embargo, conseguí mirarle los pies y descubrí que se las había cortado todas, las tenía otra vez todas perfectas y no se notaba nada lo que había sucedido aquella tarde.