jueves, 7 de enero de 2010

AQUÍ TENEMOS DE TODO; MENOS VERGÜENZA, DE TODO

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"Crucita y yo", novela de la que harto he hablado en este y en todos mis blogs, tiene unas 400 páginas, ¿y a que no sabéis lo que se me ha ocurrido? Pues muy sencillo: poner la 95, que dice de la siguiente manera:

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Cualquier profesión es un oficio. Hay gente que las llama carreras, como mis antiguas colegas –ya que hablamos de ellas– o los abogados del Estado y los ingenieros de Caminos, pero esto son ganas de adornarse. Cualquier profesión es un oficio y conviene conocer la técnica, todas las técnicas. Si no, ¿qué oficio es ese?
Una de mis primas, una a quien conocí en la época de la guerra de las galaxias y había sido campeona provincial de kárate...
–¿De kárate?
–Sí, en la modalidad de kumite, que quiere decir combate.
–¿Y pegaba mucho?
–No, todo lo contrario. Decía que el arte supremo no es el de pegarse, eso es facilísimo; el arte supremo, en realidad, es el toreo.
–¿Cómo el toreo?
–Pues el toreo, mujer, el arte de Cúchares. Citas, te apartas, vuelves a citar..., y cuando tienes al morlaco medio mareado, le metes una estocada que lo dejas por el suelo. Ya sólo te queda descabellar y saludar al tendido. ¿Tú no lo ves así? Es verdad que a veces te puedes llevar una cornada, pero no todo iba a ser perfecto; perfecto no hay nada, no fuera malo.
–Oye, ¿tú te crees todo eso?
–¿Cuál?
–Pues lo que acabas de decir.
–Pues claro. ¿Cómo no lo voy a creer? Es la pura verdad.
Bueno, pues mi amiga, la partidaria de la cordura, quería editar una «Guía de las casas de trato de Tarazona y su término», a la que auguraba gran éxito.
–Tarazona es tierra fronteriza, tierra de paso. Antiguamente pasaba por sus cercanías la Vía Apia, y ahora tenemos la Nacional 121 y la Nacional 122. Se juntan en las mismas afueras del pueblo, en el cruce, que suele estar lleno de camiones.
–¿Cómo va a pasar la Vía Apia? Eso estaba en Roma.
–Bueno, sí, pero ¿tú no has oído decir que todos los caminos llevan a Roma...?, aunque quizá fuera mejor que se llamase «En las faldas del Moncayo». ¿A ti qué te parece?, ¿qué daría más resultado? –y yo le dije que lo de las faldas.
–Así matas dos pájaros de un tiro. Cuando un tipo lee la palabra «faldas» no piensa en una montaña. Lo que puedes hacer es poner los dos títulos. Encima lo de las casas de trato, y debajo, más pequeño y entre comillas, lo de las faldas –y me parece que eso fue lo que hizo.
Se largó a su pueblo, que era uno de aquella zona, y montó un garito al borde de la carretera. Yo me enteré porque una vez me llamó por teléfono para pedirme consejo sobre cuestiones técnicas, cuestiones relacionadas con la intendencia, pero al final acabamos contando chistes.
–¿A que no sabes lo que me dijo el otro día uno con cara de malo y las manos llenas de grasa? Pues, mirándome fija y cavernosamente, me dijo, ¡te la voy a meter en donde no te la ha metido nadie! ¿Y sabes lo que le he dicho yo?
–No, a ver.
–Pues que como no sea en el bolso...