miércoles, 24 de febrero de 2010

Influencia de la música sobre la escritura

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Trucos diversos sobre el arte literario. Capítulo segundo.

Resulta frecuente sentarse ante la mesa dispuesto a escribir algo maravilloso..., y quedarse en blanco. Pues bien, para combatir tan estéril y frustrante estado de ánimo propongo una receta que a mí me ha dado un resultado cuando menos sorprendente: se trata de escuchar música, de dejarse acompañar por la música (la más bella de las Bellas Artes, como es sabido) al modo en que lo hacía el antiguo hilo musical. No se trata de escucharla conscientemente, sino antes bien de permitir que la mente se sumerja en su acariciador arrullo (por decirlo de una manera historiada) y, bajo su influjo, las neuronas que todos tenemos en el cerebro se vayan acoplando adecuadamente, que no otro es el fenómeno físico al que llamamos inspiración. Por extraño que pueda resultar (a muchos les sonará a cuento chino), es un truco que da resultado, y llega un momento en que las ideas afluyen a la cabeza como surgidas de un lugar que estuviera fuera por completo de los límites de nuestro limitado universo cotidiano, que no es poco. Eso sí, hay que perseverar en el empeño, y añadiré que nadie debe esperar resultados tangibles tras un par de sesiones, pero esto es lo de menos, pues para escribir cosas que valgan la pena hay que aplicarse en la labor durante un número de horas que habría que describir con guarismos más propios de la astronomía.

Y en cuanto a qué música, también desvelaré mi personal punto de vista: yo conseguí tan peculiar estado de ánimo (y advierto que no me ha abandonado y sospecho que ya nunca lo hará, pues en momentos de sequía sigo utilizando este recurso) escuchando una tras otra las famosísismas y abracadabrantes (y digo poco) cantatas de Juan Sebastián Bach, el más influyente y armónico músico que nunca vivió sobre este planeta nuestro. Tienen la ventaja añadida de que son muchísimas (unas 230), y cada una dura del orden de 25 minutos (por término medio), por lo que tras meses y meses de veladas audiciones vuelves a empezar y no te acuerdas de nada, siempre te parece música nueva, que es lo que menos distrae a nuestros propios pensamientos, pues son ellos, precisamente, los que tienen que fluir de la más espontánea de las maneras.

Nota final:
Lo que he escrito, contra el parecer de muchos (seguramente la mayoría en esta sociedad en la que lo único que se vende es el fútbol, el cotilleo, la pornografía y todo aquello que nos dicta la televisión), es la pura verdad, aunque resulte raro, y desde aquí recomiendo encarecidamente el uso de esta técnica que da magníficos resultados, como he aprendido por propia experiencia, aunque tampoco desecho la posibilidad de que otras personas consigan lo mismo escuchando otras clases de músicas. Ya me contaréis, si es el caso y alguien se atreve con el experimento.
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