viernes, 5 de noviembre de 2010

Niña guapísima



No sé si saben ustedes que yo estoy casado con una negra, una negra de verdad (no una mulata), y que, entre otros, tenemos una hija que es un compendio de las virtudes humanas, tal y como se puede apreciar en la foto que antecede a estas líneas. Es una niña muy guapa, sí, pero ello está justificado si se piensa que el mestizaje es lo más conveniente para los seres vivos, como sabe cualquiera que haya estudiado la evolución de la materia. Esta niña, ya que hablamos de ello, tiene un montón de antepasados de todos los pelajes, y aunque la cosa es complicada, voy a intentar describirlo aquí de una forma rápida.
Yo, por ejemplo, por parte de madre, genealogía que por falta de documentación nunca estuvo muy clara, tuve una tatarabuela apache chiricahua y un montón de ancestros asturianos, seguramente de las tribus salvajes de las montañas, aunque más modernamente simples cazadores de ballenas, pero por parte de padre la cosa es mucho, muchísimo más complicada. Por parte de padre soy descendiente de burgalés –es decir, judío, moro y cristiano– y tentenelaire. Esto de tentenelaire sí que es de difícil comprensión. Tentenelaire lo era mi abuela Tente, y ya saben ustedes que fue muy rara, negra arrubiada de casi dos metros de altura que hablaba con el pensamiento. Tentenelaire es hijo –o hija, como fue el caso de mi abuela– de jíbaro y albarazada, o de albarazado y jíbara; jíbaro, a su vez, es descendiente de albarazado y calpamula (o al revés), y albarazado el vástago de jenízaro y china, o lo contrario. Lo de china lo entiende todo el mundo, pero, ¿y lo de jenízaro? Jenízaro es el descendiente de cambujo y china, y cambujo quien ha sido concebido y traído a la superficie terrestre por zambaigo y china. Zambaigo, para dar la vuelta completa al círculo, es el hijo de chino e india piel roja, o lo contrario, y la negra (mi mujer, como decía antes) también aportó los genes de la Costa de los Esclavos, en los que por desconocimiento prefiero no entrar, además de –según le he oído contar en más de una ocasión– ciertos rasguños de raza aria, de forma que con ello cerramos el círculo de todas las posibilidades. Bien es cierto que nos quedan los polinésicos, de quienes no se ha hecho mención, pero yo espero que a eso, con los años, le ponga remedio nuestra vástaga (la de la foto), si le queda humor para ello.