miércoles, 1 de noviembre de 2017

Inicio de una novela: broma total




Recursos para escritores

Los escritores que no saben mucho, o los escritores noveles, o novatos, o novicios, o primerizos, o inexpertos... se enfrentan a un papel en blanco y se preguntan: ¿cómo inicio esta novela? Porque ellos quieren escribir una novela...
La respuesta es: aparta el papel y ponte a pensar, que es algo que se puede hacer en cualquier parte. En la ciudad, en el campo, en el trabajo, durante los sueños o los paseos, con los amigos, solo, mirando por la ventana, comiendo chocolate (negro, claro es), oyendo música (de Bach, preferentemente) o ruidillo de ese que hay ahora y al que algunos, mayormente los que saben tanto lo que es la música como lo que se refiere al comienzo de una narración, llaman música... En fin, en cualquier lado, que el escenario importa poco y lo que cuenta son los lóbulos frontales de la corteza cerebral, que es donde reside el reino de la fantasía. 
Llegados a este punto, uno debería preguntarse: ¿de qué quiero escribir una novela? Y aquí intervienen los géneros.
¿Quiero escribir una narración de intriga, de misterio, policíaca, de espías...? O bien, ¿quiero escribir una historia romántica, de amoríos, de chicas que se levantan de la cama y se van a la oficina, y allí..., pues todo eso, o chicos que lo pasan fatal porque ...? O no. Quizá lo que quiero es escribir una novela ambientada en época remota, cuando los sumerios, o los fenicios, o los romanos, o los bárbaros, o los hombres y mujeres que vivieron en la Edad Media... ¿Y por qué no acerca de los que conquistaron continentes, que aquellos sí que fueron arduos trabajos? Toda la jornada caminando por la selva, y para evitar la muerte a manos de los indios flecheros, con armadura, que la cosa tiene mérito...
Otros géneros que no se deben olvidar son las novelas de aventuras, las de terror, las costumbristas, las de hadas, las de risa... En fin, sería el cuento de nunca acabar.
En definitiva: ¿de qué quiero escribir una novela? Para dilucidar semejante asunto no hacen falta papel ni lápiz, sino, como ya he dicho, poner en marcha la máquina que todos tenemos en la cabeza, que sirve para algo más que para llevar sombrero.
Vas por el monte con los perros, estás tirado en la campa mirando las montañas azules..., y de repente, ¡zas!, una imagen brinca ante tu entendimiento sin que seas capaz de averiguar cómo se ha producido. ¡Es una niña...!, sí, una niña de cinco años que se ha escapado de casa por una ventana y, con el perro, que tiene cinco meses, se ha internado en las veredas sólo holladas por los animales salvajes porque quiere ir a ver el bosque...

La niña que quería ver el bosque
El borroso escenario se presenta desierto y sólo algún pájaro que los sobrevuela graznando pone una nota melancólica en el ambiente... Difuso cielo azul recortado por los árboles... Lo hondo del bosque... Todo se mueve, sí, todo se mueve... Ilusiones, fantasías, espejismos y apariciones que se abren paso a viva fuerza y de ninguna manera podemos gobernar...
Mará, de repente, ve un oso. Está allí, a su lado, con el largo hocico peludo, sentado en el suelo y la espalda apoyada en un árbol. Sin embargo, el oso no la ve a ella. No, no me ve. Soy invisible. Bueno, no, mejor: soy gaseosa, como una nube o un ángel que se estira y se encoge. ¡Boing...! Ahora paso delante de él, y el oso, que es negro, es oscuro, sin abrir los ojos sacude la cabeza y se come una mosca. ¡Clac! El sonido de las mandíbulas infunde respeto, es mejor no acercarse por si acaso, el oso no me ve, no me siente, pero ¿y si se confunde y cuando le meta el dedo en la boca pasa otra mosca? Porque si quiero le meto el dedo en la boca... No, mejor en la nariz... ¡Ayyy...! ¿Qué sucede? Mamut, que también es un espíritu de la tarde y ha crecido, es más grande que el oso..., ¡hala...!, me contempla con sorpresa. ¡Mira...!, ¡tiene la nariz llena de mocos...!, y él se arrima y husmea. No, mi ama: es miel. ¡Ah, miel...!, menos mal. Mamut tiene la voz de una persona mayor, a lo mejor es una persona mayor, desde luego es grande, y como es una persona mayor, me protege y no tengo miedo de nada. Los dos somos como sombras luminosas que culebreamos y estamos aquí y estamos allá, tan pronto en este sitio como al otro lado del camino de tierra, donde se revuelcan los jabalíes, que tampoco pueden hacernos nada, ¿cómo nos lo van a hacer si somos los espíritus del bosque?, eso, ¡qué divertido!, podemos subir y bajar por los troncos de los árboles sin que nadie se dé cuenta, ni las mariquitas, ¿a que sí?, y las mariquitas mueven la cabeza arriba y abajo y, todas a una, dicen, sí, es verdad, sois como espíritus del bosque, pero ¿a que no sabéis cómo se llaman los espíritus del bosque?, y yo me acelero y me confundo, no, bueno, sí..., espera..., aunque al fin me acuerdo, ¡ah, ya sé!, duendes, duendes grandes, mayores que el oso, duendes transparentes que no ocupan lugar bajo la luna, y Mamut me mira, pero ¿no era por la tarde?, Mamut es mayor y reflexivo, se acuerda de todo, y yo le digo, sí, pero da igual, además, por la tarde también se puede ver la luna, ¿tú nunca la has visto?, y debe de ser por la tarde porque yo creo que ya hemos comido, ¿no te acuerdas?, tortilla de patata..., mmm..., ¡qué buena!, y tú comías las cortezas de los quesos y las tiras blancas del jamón, que no eran ilusión, ¿eh?, que eran de verdad, y el perrín tiene un estremecimiento y emite uno de esos ladridos sordos que casi no se oyen, porque ¿no sueñan también los perros? Quizá él vio al oso descender del árbol y apartarse con premura, ¡por ahí vienen los humanos!, ...dita sea, hay que poner tierra por en medio..., y el oso se va protestando, desaparece el peculiar aroma que lo delata –que seguramente tiene algo que ver con el vinagre y otras especias que están usando en la frontera cocina–, y al fin se queda tranquilo y deja escapar un suspiro. ¡Ya se fue!
Mará, sin embargo, no ha dejado de ver el bosque, ¡qué va!, porque la fronda permanece inalterable. Ya no está el oso, que a saber adónde se ha ido, y tampoco están las mariquitas, que se habían constituido en asamblea, pero quedamos nosotros, los espíritus del bosque..., no, los duendes, Mamut lleva un sombrero muy raro y zapatos puntiagudos con estrellas pintadas..., no, tampoco, no son pintadas sino estrellas de verdad, casi no puede andar, el pobre, aunque como es transparente yo creo que le da igual, vamos por el caminito entre los árboles y nos paramos en donde queremos, él lo huele todo y yo miro dentro de los agujeros de la tierra y de los árboles, a lo mejor encuentro algo, y cuando durante un momento la espesura se aclara oigo una guitarra, aunque es al otro lado del valle, en las montañas de enfrente, ¿será mi padre?, ¿por qué he pensado en él?, será porque también es grande, él sí que es grande, más alto que las montañas blancas, y lleva las botas de siete leguas y a cada paso que da avanza tanto que no le podemos alcanzar, sus zancadas resuenan en el bosque y los animales se apartan, vámonos de aquí, que llega el gigante de pies de hierro..., pero no todo es una ilusión, no, una quimera, porque cuando salimos al claro que hay en la falda de las montañas, allí está él, mi padre, es por la tarde y está sentado como antes el oso, con la espalda apoyada en un árbol, es muy grande, pero eso ya lo he dicho antes y no me da miedo, y tiene la guitarra entre las manos, mira al cielo y canta por lo bajo, aunque luego se pone en pie y canta más alto mientras rasguea el instrumento..., allí está, pero él tampoco nos ve porque somos transparentes, y nos acercamos hasta colocarnos a su lado, ¿cómo se llama esa canción?, se llama Bésame mucho, sí, como si fuera esta noche la última vez...
[...]

Y aquí queda la cosa, que por hoy ya he dado bastantes ideas. El que quiera saber más, que mire en ESTE SITIO

No hay comentarios: